Scroll Top

La ilusión digital y sus riesgos: entre la abogacía y la consultoría tecnológica

abogado digital

Por Antonio Tejeda Encinas
CEO of Meta Channel Corporation
President of the Euro-American Committee on Digital Law -CEA Digital Law.

En cada ola tecnológica aparecen profesionales que se apresuran a proclamarse expertos. En el mundo jurídico, los despachos han visto nacer a toda prisa la figura del “abogado digital”; en el mundo corporativo, LinkedIn se llena de consultores que ayer ofrecían Business Intelligence, hoy ofrecen Artificial Intelligence y mañana serán especialistas en computación cuántica. Esta tendencia, que parece anecdótica, tiene consecuencias graves: erosiona la confianza, desperdicia recursos y compromete la soberanía digital de regiones enteras.

El abogado digital

En el plano jurídico, lo digital se confunde demasiado a menudo con el uso acrítico de herramientas de inteligencia artificial generativa. No pocos profesionales han trasladado a los tribunales escritos que citaban jurisprudencia inexistente, confundían códigos de países distintos o exponían datos sensibles sin evaluar riesgos. Estos incidentes, documentados ya en varias jurisdicciones, muestran que proclamarse “digital” no es lo mismo que ejercer con rigor en derecho digital.

El derecho digital serio exige manejar conflictos de leyes, entender la lógica del arbitraje internacional, anticipar responsabilidades derivadas de algoritmos autónomos y garantizar la confidencialidad con estándares técnicos y jurídicos. Nada de esto se improvisa con un chatbot. Confundir apariencia con sustancia en este terreno degrada la calidad de la abogacía y compromete la seguridad de clientes, instituciones y sociedades enteras.

Consultoría de moda: la superficialidad que cuesta caro

En el ámbito corporativo sucede lo mismo: cada nueva moda tecnológica trae consigo un ejército de consultores autoproclamados expertos. El resultado es un cementerio de proyectos fallidos: blockchains que nunca pasaron de pilotos, sistemas de IA abandonados a mitad de camino, inversiones millonarias que no generaron valor.

El patrón es claro: proyectos guiados más por etiquetas de tendencia que por necesidades reales o marcos regulatorios sólidos terminan erosionando confianza y competitividad. Peor aún, cuando las instituciones públicas siguen esas narrativas superficiales, ponen en riesgo su propia soberanía digital: datos estratégicos en manos de terceros, sistemas críticos sin control local, dependencia tecnológica que limita la autonomía de países y regiones.

La digitalización cosmética —ya sea en un abogado que se declara digital tras abrir ChatGPT, o en un consultor que cambia letras en su perfil de LinkedIn (BI- AI) — no es un problema de imagen, sino un riesgo estructural. Una justicia guiada por profesionales sin pericia real genera inseguridad jurídica; una economía orientada por expertos de moda compromete su competitividad y su soberanía.

Europa y América Latina no pueden permitirse dejar su futuro digital en manos de profesionales de PowerPoint. Lo que está en juego es la soberanía tecnológica y la competitividad de regiones enteras. Solo una visión integral, fundada en derecho, regulación y tecnología real, permitirá afrontar la próxima década con garantías.

Desde el Comité Euro Americano de Derecho Digital -CEA Digital Law, y desde Meta Channel corporation, seguimos una convicción simple: el futuro no se construye con modas, sino con estructuras sólidas. Esa es nuestra doble fuerza: la reflexión académica y de investigación que aporta visión y rigor, y la capacidad ejecutora que traduce esa visión en proyectos concretos, sostenibles y globales.

Related Posts

Privacy Preferences
When you visit our website, it may store information through your browser from specific services, usually in form of cookies. Here you can change your privacy preferences. Please note that blocking some types of cookies may impact your experience on our website and the services we offer.